Viernes Negro

El viernes 29 de noviembre de 2019 amaneció siendo un buen día.

El día anterior, jueves, había tenido fiebre de hasta 38.8 y me había sentido ¡fatal! Pero le ponía buena cara a todo, y el viernes amanecí sin fiebre y sin dolor. Además era día de baño 🛁. La vida era buena, habían pasado 8 semanas desde que nos enteramos que ese pedacito de los dos venía en camino después de casi 6 años de estarlo buscando. Muchos estudios y un tratamiento de fertilidad después, de la nada, cuando menos lo pensábamos, ahí estaba, un corazón parte suyo y parte mío latía dentro de mi. Lo que tanto habíamos anehelado. Lo habíamos visto hacía dos días. Se movía mucho, pataleaba mucho y se movía mucho. Estaba muy bien formato, brazos, piernas, manos, pies, dedos! La vida iba muy bien, me sentía dichosa en todos sentidos.

Había sido difícil. Tenía 8 semanas en cama, reposo absoluto dijo el doctor, solo para lo indispensable, pues había un hematoma que ponía en peligro a nuestro bebé. Fue difícil al principio, pues mi vida normal era muy activa. Me costó mucho trabajo mantenerme quieta, pero valía la pena, valía la vida, su vida. Mi mamá y mi suegra se estaban turnando para apoyarme en lo que necesitara. Además, había bajado casi 5 kilos. ¡Que padre!

Cuando llegó mi suegra ese día, me metí a bañar, salí y me puse el aceite de almendras en la barriga. Y la crema de katiré y vitamina XYZ en el cuerpo y mis cremas de belleza en la cara.. y estuve platicando con ella todo el rato.

Me puse un vestido negro.. es de tela de camiseta, cortito y con mangas.. y me empezó a dar frío. Temblaba del frío y me dolía la cabeza poquito... y tenía 37.7 de temperatura (manejaba 36.3 normal)

Pues me dijo mi suegra que me tomara un tempra de una vez (el médico lo recomendó) para que no subiera mucho otra vez.. no quise comer mucho, nada más pique un poco la ensalada porque me sentía un poco rara...

Como a las 3:30 de la tarde empecé a sentir como ardor en el bajo vientre.. pero leí que es normal porque el utero crece y esa dilatación es lo que provoca un poco de dolor...

Pero luego empezó el sangrado.. coágulos muy grandes.. y me asusté un poco. Mi suegra dijo que no pasaba nada que ya no me levantara... pero me tuve que seguir levantando porque el sangrado no cesaba...

De repente fui al baño y con el papel alcancé a cachar una bolsita con agua.

Y fue cuando me asusté de verdad.

Le empece a marcar al doctor, desde el primer coágulo grande.. pues el es el que me ha atendido desde que me embaracé. No me contestó. Pensando que estaba ocupado, le tomé foto a todo y se las iba mandando.

Le volvía a marcar y nada. La tercera vez me mando directo al buzón y desistí.

Él llegó a las 4:50, porque tuvo mucho trabajo y se tuvo que quedar un poco después. Lo que casi nunca sucedía...

Le marqué al médico con quien habíamos estado llevado los tratamientos. Al segundo timbrazo me contestó. Me dijo que estaba fuera de la ciudad pero que hablara con su secretaria y que localizara a un colega que lo apoyaba durante sus ausencias, que el me iba a atender.

Y así fue.

El médico me recibió en el consultorio que ya conocía y me hizo un ultrasonido. Yo no vi nada en el ultrasonido. Pero ¿yo que sé? Ni les entiendo a esas cosas. Me dijo que me haría un tacto y después un ultrasonido vaginal.

Para esto, nunca deje de sangrar. Nunca.

De repente escuché que le dijo a mi esposo... “mira”. Vi que él cerró los ojos con pesar y le dijo que si con la cabeza... Si de por si tiene los ojos tristes... aún cuando esta feliz..

El doctor siguió haciendo lo mismo que estaba haciendo, y cuando creo que terminó, se levantó de la silla y me dijo. “Esto ya no podía haberse evitado”.

Y entonces entendí que ya no tenía mi bebé en mi pancita.

Nos dijo que lo prudente ahora era realizar un legrado. Me tomo la presión, que estaba normal. Nos recomendó ir al IMSS, y me mando a cambiarme. Cuando salí, él tenía en las manos una bolsita de plástico, con una toallita de papel adentro. Me la dio, se sentía calientita. Empecé a abrirla para ver qué era, y me dijo “No lo veas”. Era mi bebé de 11 semanas.

El doctor fue un lindo. Se porto súper bien. Fue muy amable, y atento, y compasivo.

No lloré.

Nos subimos al carro, fuimos a casa solo él y yo. Ese hombre fuerte y sereno con el que me casé, un guerrero. Mi guerrero de ojos tristes.

Mientras tomaba mis cosas, le pedí que hablara con mis papás, que no viven en la misma ciudad, y así lo hizo. No pudo localizar facilmente a mi mama y mi papá, pero si a mi tío que estaba con ellos... Contestó mi papá. Tenía muchas preguntas, preocupación y nerviosismo, lo conozco. Hablé con él y lo tranquilicé. No quería que tomaran carretera con mucha angustia y velocidad. No tenía caso. Así se lo hice saber y me despedí. Yo estaba bien. Encontré mi tarjeta para ir a urgencias obstétricas. Me comí medio sándwich yendo para allá. Pasamos a casa de mi suegra y nos acompañó al hospital.

Me ingresaron a las 7:30 de la tarde. Me hicieron que me desvistiera toda y me pusiera una bata, no dejaba de sangrar. La asistente me apuró a retirar mis pulseritas del tobillo, porque ya iba a salir y estaba tardando mucho en desamarrarlas. Creo que nunca decidí tan rápido desprenderme de algo, le pedí las tijeras y las corté. Mi esposo pasó por mis cosas pero se tuvo que ir muy rápido a sacar unas copias... y ya no lo vi ese día. No le pude apretar la mano antes de separarme de él. Mi suegra terminó llevándose mi ropa, mi mochila.

Me pusieron doble bota quirúrgica deshechable y me subieron a una silla de ruedas, pase al área estéril y luego a toco.

Cuando estaba sentada esperando mi camilla, vi una bolsa en la mesa y la reconocí. Era la misma bolsa que nos dio el doctor en su consultorio. Le pedí al doctor (uno de los residentes) verl@, y me lo mostró.

Era del tamaño de la palma de mi mano. Tal vez un poco más largo, porque tenía las piernas encogidas. Dos piernas con dos pies, y 10 dedos perfectos. Dos brazos con dos manos y 10 dedos largos. El doctor con un dedo le levantó una manita, y era del tamaño de la yema de su dedo.

Era niño. Armando.

Me asignaron una cama, y ahí pase la noche, escuchando la revisión que cada hora la enfermera les hacía a todas las que estábamos ahí. Había una muchacha con 6 meses de embarazo que se había quedado sin líquido amniótico, y que le estaban inyectando medicamento para madurarle los pulmones a su niña y que pudiera nacer.

Había otra niña de 13 años con 1 cm de dilatación. Otra con presión arterial alta. Otra que no había comido desde las 10 de la mañana. Una señora con quistes en los ovarios y mucho dolor. Todas debían acostarse en su costado izquierdo, para no aplastar al bebé. Yo siempre he dormido mejor del lado derecho. Sin problema.

La residente que llenó mi historia me reconoció de la consulta con la obstetra y ella fue la que me atendió. En el momento que ella me dijo eso, desarrollé un apego con ella. La busqué todo el tiempo que estuve ahí.

Yo me quedé con la bolsita de mi bebé toda la noche, llorando a ratos debajo de la sábana... Lo volví a ver varias veces, quería grabarme lo más que pudiera de él en la mente... dormí a ratos con él debajo de la sábana conmigo, y decidí contarle que se llamaba Armando, que su papa y yo lo habíamos esperado muchos años, que lo amabamos mucho y que habíamos hecho todo lo que pudimos por que se quedara con nosotros.

Me llevaron al quirófano como a la 1:30 de la mañana y ahí lo entregué... pregunté que iba a pasar con él y la doctora me preguntó si lo quería.. le contesté que si para que... y me dijo que lo dejara en la camilla. Me pase a la mesa del quirófano y ya no lo volví a ver. No se que hicieron con el. Hasta este día me pregunto si lo abandoné.

Mientras me preparaban para el procedimiento, le pregunté al anestesiólogo que era lo que me iban a poner, me mencionó 3 cosas, pero solo recuerdo una: Fentanilo... le pregunté a la doctora si ella llevaría a cabo el procedimiento, me dijo que si. Le di las gracias y ya no supe de mí.

Desperté en la sala de recuperación... a un lado de la señora que antes tenía mucho dolor. Le quitaron la matriz y estaba triste ... hueca, dijo. De algún modo, entendí como se sentía.

Nacieron 3 bebés durante el tiempo que estuve ahí. Uno de la muchacha que había desayunado a las 10 de la mañana, otro de la última que llegó y el de la niña de 13 años. A las 3 las vi llegar, que les entregarán a su bebé e irse.

Las enfermeras les llaman tesoros. Y los arropan como tamalito. Muy apretaditos.

A las 11:00 yo ya me podía ir, caminé y no tuve mareos. A las 2:30 de la tarde más o menos salí, ya que me dieron el alta, control prenatal e indicaciones.

Cuando salí, ahí estaba él esperándome, solo nos sonreímos. Nos dió gusto vernos.

Camine hacia el hospital, ya fuera del área de urgencias, y tuve que contenerme ¡tanto! para no soltar el llanto de ver a mis primas ahí. Mi familia al pie del cañón. Se me había olvidado que no estaba sola. Todavía me emociono hasta las lagrimas al recordar que estuvieron ahí hasta las 12 de la noche, preguntando por mi, al pendiente. No se como explicar la oleada de emoción que sentí al verlas... Todo el amor de mi familia, mi sangre... representando en ellas dos. Inexplicable. Inimaginable. Mi madre, que venía en carretera todavía se hacía presente a través de ellas en ese momento.

El viernes por la mañana era un buen día, pero había olvidado que era viernes negro.

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